En ese tiempo yo entrenaba americano en las tardes, así que el día que ella quizo ir a la Ciudadela a comprar artesanías, no la pude acompañar, pero le di un aventón al metro. Antes de que se fuera le dije "Me compras algo!". Ella nada más se rió. 3 días después tuve la triste tarea de dejarla en el aeropuerto para que pudiera tomar su vuelo de regreso a Montréal. No podíamos negar que sentíamos algo muy fuerte el uno por el otro, sin embargo, ambos lo negábamos. Para romper un poco con la tristeza del momento, recordó que me habia comprado algo en la Ciudadela, algo que a ella le recordó lo bien que la pasamos en el viaje y algo que sabía, me haría pensar en ella siempre. Un camionsito rojo! Me dijo que no era como el suyo, pero que era algo que le gustaría que tuviera. Un recuerdo de su infancia, una parte de su historia, algo que al final nos haría estar juntos, sin importar la distancia. 

Gracias por todo, Ingrid.